jueves, 8 de julio de 2010

Mahler

Gustav Mahler

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Gustav Mahler

Gustav Mahler en 1909

Gustav Mahler (Kaliště, Bohemia, actualmente República Checa, 7 de julio de 1860 - Viena, 18 de mayo de 1911) fue un compositor y director de orquesta bohemio-austriaco. Sus composiciones se encuentran entre las obras del Postromanticismo más importantes.

En las primeras décadas del siglo XX, Gustav Mahler era recordado como uno de los más importantes directores de orquesta y de ópera de su momento. A mediados de ese siglo, una creciente valoración por la interpretación de sus obras y el estudio de su vida lo reconoció entre los compositores más destacados en la Historia de la Música. Además de sus nueve sinfonías terminadas (diez, si se incluyen los bosquejos de la Décima), sus principales obras son: Lieder eines fahrenden Gesellen ("Canciones de un camarada errante"); las composiciones sobre los textos de Des Knaben Wunderhorn ("El muchacho del cuerno mágico"); Kindertotenlieder (o "Las canciones a los niños muertos"), con Ruckert-lieder, basándose en ambos casos en los textos y el mismo título de los escritos por el poeta alemán Friedrich Rückert; también, la renovadora síntesis de sinfonía-ciclo de canciones Das Lied von der Erde ("La canción de la Tierra"), con letra de poemas traducidos del chino al alemán.

De la etapa juvenil destacan las composiciones ocasionales como tempranos lieder, junto a un logrado proyecto de mocedad que nunca dejará de causar la propia admiración en el compositor adulto, Das Klagende Lied ("La canción del lamento"). El cuarteto con piano, del que sobrevive un único movimiento. Entre este tipo de trabajos fragmentarios está Rübezahl, el fallido proyecto operístico anhelado también por su amigo de juventud, el compositor Hugo Wolf; un primitivo trabajo sinfónico anterior a la Sinfonía Titán; el movimiento descartado de la Primera Sinfonía, "Blumine"; y Totenfeier ("Festividad fúnebre"), planteado en su gestación como Poema Sinfónico. Salvo pocas modificaciones se convirtió en el primer movimiento de la Segunda Sinfonía.

Si bien sobresalió como intérprete operístico, como compositor centró muchos de sus esfuerzos en la forma sinfónica y en el lied. La Segunda, Tercera, Cuarta y Octava sinfonías y La Canción de la Tierra, conjugaron en sus partituras ambos géneros. Él mismo advertía que componer una sinfonía era «construir un mundo con todos los medios posibles», por lo que sus trabajos en este campo se caracterizan por una amplísima heterogeneidad. Mahler introdujo elementos de distinta procedencia como melodías populares, marchas, fanfarrias militares, ligados al proceso mediante un uso personal del acorde, entrecortando o alargando inusitadamente las líneas melódicas, aclopados o yuxtapuestos en el interior del marco formal -dilatado a discreción del compositor- que absorbió de la tradición clásica vienesa. Esta mezcla, con las desmesuradas proporciones y la duración de sus obras sinfónicas, implicaba la aparición de armonías disonantes que sobrepasan el cromatismo utilizado por Wagner en su Tristán e Isolda, por ejemplo. La apariencia de desorden que de esto resulta, con el esfuerzo extra que demandaba reconocer alguna formalidad "clásica" en su estructura, rodeó a su música de incomprensión, atrayéndole una hostilidad casi general, pese al apoyo de una minoría entusiasta entre la que se contaban los miembros de la Segunda Escuela de Viena que lo tenían por su más directo precursor.

La revalorización de Mahler al igual que la de Anton Bruckner, fue lenta y se vio retrasada a causa de su gran originalidad y del auge del nazismo en Alemania y Austria, pues su condición de judío catalogó a su obra como "degenerada" y "moderna". Lo mismo sucedió con otros compositores, caídos en desgracia ante el Tercer Reich. Sólo al final de la Segunda Guerra Mundial y por la decidida labor de directores como Bruno Walter, Otto Klemperer y, más tarde, Bernard Haitink o Leonard Bernstein, su música empezó a interpretarse con más frecuencia en el repertorio de las grandes orquestas.

 

Gustav Mahler con 6 años.

Gustav Mahler nació en Kaliště (en alemán Kalischt), una pequeña aldea bohemia perteneciente al Imperio austrohúngaro (actualmente en la República Checa), el 7 de julio de 1860. Fue el segundo de los quince hijos de Bernhard Mahler y Maria Hermann, un humilde matrimonio judío. Nueve de sus hermanos murieron durante la infancia. De acuerdo con fuentes biográficas estos eventos tuvieron efectos decisivos en la personalidad y en la música del autor.

Su padre, un posadero, tenía carácter violento. Al parecer, agredía a su mujer e hijos. De todas formas Bernard Mahler demostró poseer grandes ambiciones, por lo que a los pocos meses después del nacimiento de Gustav, trasladó a su familia a la ciudad de Jihlava en busca de mejores oportunidades. Desde pequeño, Mahler solía escapar de la opresión familiar sumergiéndose en su propio mundo. Uno de los acontecimientos que más determinaron su futuro entonces, fue haber encontrado un piano en la casa del abuelo en Bohemia. Desde aquel día, ese instrumento acaparó tanto su atención que su padre llegó a comentar en broma: "Tú, seguramente, llegarás a ser músico", sin imaginar el peso que la posteridad otorgaría a sus palabras.

[editar] Estudios

Aunque despótico cabeza de familia, Bernhard Mahler gustaba del arte e incentivó el aún incipiente talento musical del pequeño Gustav. Permitió que el futuro compositor comenzara a recibir las primeras lecciones de piano y de teoría musical cuando contaba cinco años de edad. Su hijo no tardó en dar muestras de que estaba naturalmente dotado para este arte: un año después compuso un lied y una polka con una marcha fúnebre introductoria. Sus primeros profesores fueron Franz Viktorin, primer maestro de capilla del teatro de Jihlava; el violinista Johannes Brosch; el contrabajista Jakob Sladky y, finalmente, Heinrich Fischer, director de un coro masculino local. Luego realizó estudios en Praga y posteriormente fue enviado al Conservatorio de Viena, donde compuso pequeñas obras que no han llegado hasta nuestros días, salvo la que se considera uno de sus primeros intentos serios de composición, el Cuarteto para piano. Allí siguió los cursos de Alfred Epstein y asistió a las clases de Anton Bruckner, inscribiéndose además en los cursos de filosofía de la Universidad.

A los 20 años participó en un concurso de composición con su cantata La Canción del Lamento. Contaba con ganar el concurso para mantenerse con el dinero del premio por un buen tiempo y dedicarse exclusivamente a componer. Sin embargo, no ganó, debiendo probar suerte como director para sobrevivir.

[editar] Trayectoria

El estreno de su 8º Sinfonía en los Estados Unidos, la cual fue dirigida por Leopold Stokowski e interpretada por 1.068 músicos. (Foto: The Philadelphia Orchestra Association Archives).

La carrera de Mahler como director de orquesta empezó al frente de pequeños teatros de provincias en Liubliana, Olomouc y Kassel. En 1886 era ya asistente del prestigioso Arthur Nikisch en Leipzig; en 1888, director de la Ópera de Budapest y, en 1891, de la de Hamburgo, puestos en los que tuvo la oportunidad de ir perfilando su técnica como director de orquesta. Una oportunidad única le llegó en 1897, cuando le fue ofrecida la dirección de la Ópera de Viena con la única condición de que abrazara la fe católica, condición que cumplió como si se tratara de un sencillo "cambio de vestido" (palabras de Mahler según el testimonio de un conocido). El compositor, lamentando el generalizado anti judaísmo del que fuera objeto en la sociedad vienesa, solía decir: "Soy tres veces extranjero: un bohemio entre austríacos; un austríaco entre alemanes, y un judío ante el mundo".

Las dificultades que se le presentaban debido a su origen, no impidieron que su fama se extendiera por toda la capital austríaca, convirtiéndose en el artista más renombrado de la ciudad. Con el tiempo, cuando Mahler abandonó la ciudad para dirigir y radicar en los Estados Unidos, Gustav Klimt insinuaba que con su partida había terminado la edad de oro del arte y la cultura en Viena.

[editar] Edad adulta

En octubre de 1900 aparece Alma Schindler en la vida del compositor, mujer de gran inteligencia y belleza en torno a la cual giraban personajes destacados en distintas artes, atraídos por su hermosura o enamorados de ella: su preceptor Max Burckhard, el pintor Gustav Klimt o el compositor Alexander von Zemlinsky. Hija del pintor Emil Jakob Schindler y compositora ella misma, contrajo nupcias con Mahler el 9 de marzo de 1902, a pesar de la diferencia de edad -diecinueve años menos que el compositor-. El matrimonio, inicialmente armonioso, encalló como difícil a causa de la muerte de la hija mayor de ambos, la sujeción total exigida por Mahler y los devaneos amorosos de Alma, convertida, tras la muerte del compositor, en esposa del famoso arquitecto Walter Gropius y, más tarde, también del escritor Franz Werfel.

Mahler hacia 1890, a sus treinta años.

Varias fuentes biográficas sitúan 1907 como un año determinante en la vida de Gustav Mahler. En marzo dimitió en la Ópera de Viena después de una intensa actividad como director, que tras una maliciosa campaña antisemita en su contra, jaloneos y serios enfrentamientos, se le obligó a cumplir su contrato hasta diciembre.

Uno de los eventos más dolorosos ennegrecen adicionalmente este año: la muerte de la mayor de sus dos hijas, María, conocida cariñosamente como Putzi, nacida apenas cinco años antes. Durante un viaje al campo, a comienzos del verano, la niña enfermó, al mismo tiempo, de escarlatina y difteria, y murió después de ser sometida a una rudimentaria traqueotomía.

Dos días después Mahler es examinado por un médico, quien detecta una afección valvular cardíaca de la cual no habría existido síntomas previos. Esta circunstancia, en el decir de su esposa, "marcó el principio del fin" para el compositor, o el comienzo de su decadencia física. A esta época pertenece la redacción en lleno de Das Lied von der Erde, escrita entre la Octava sinfonía de 1907 y la Novena de 1909.

Sin embargo, la suerte del compositor no tardó en sonreírle en el aspecto económico. Una vez informado de la gravedad de su dolencia y a pesar de la seriedad de esta, aceptó la dirección titular del Metropolitan Opera House de Nueva York, siendo reemplazado al poco tiempo por Arturo Toscanini, por lo que le fue ofrecido el puesto de la Filarmónica de Nueva York, cargo que aceptó.

[editar] Muerte

En la ciudad de Nueva York, después de dirigir un concierto, Mahler es llevado a su hotel con fiebre alta. Atendido por su médico se confirma una endocarditis bacteriana en estado avanzado. El compositor pide sinceridad, expresa su último deseo de morir en Viena y termina sus últimos días en un sanatorio.

Falleció cerca de la media noche, el 18 de mayo de 1911. La era de los grandes sinfonistas vieneses, iniciada cerca de 200 años antes, llegaba a su fin.

[editar] Personalidad

Existe cierto consenso para calificar a su personalidad de bastante particular. El gran temor -que por otra parte algunos califican de reverencial- que le provocaría asumir una nueva composición después de la Octava y "para no tentar al destino" (cita de Alma), en vez de llamar a esta obra Novena Sinfonía prefirió nombrarla como la mencionada Canción dedicada a la Tierra. Esta obra, construída para acompañamiento solista e inspirada en una serie de poemas traducidos del chino obsequiados a su esposa Alma Mahler, le exoneraría de un enfrentamineto anticipado con la muerte, esquivando la maldición que supuestamente habría cobrado las vidas de Beethoven, Schubert y Bruckner, justo después de traspasar el nueve en la numeración de sus sinfonías.

Dentro del teatro era un director exigente. No permitía conversaciones, murmullos o retrasos en los conciertos que dirigía, sentando desde su época la iniciativa de solicitar del público una actitud respetuosa antes y sobre todo después, una vez inciado el concierto. Constantemente se involucraba en disputas con los músicos y en varias ocasiones despedía a intérpretes que a su criterio rayaban en la mediocridad. Sus exigencias en los ensayos, inaceptables para un músico de su tiempo, demandaba entre otras cosas que nadie se retirara mientras él no lo ordenase, a pesar de la hora, razón por la cual los problemas con las orquestas y sus administraciones estaban a la orden del día. Esta y demás circunstancias propiciaron una confrontación, sin importantes reacciones por parte de Mahler, con un grupo exacerbado de la prensa vienesa.

Con media ciudad señalándolo a causa de esto, pese a todo los resultados obtenidos eran excepcionales y sus presentaciones dejaban asombrada a la audiencia. La parte del periodismo más extremo terminaba por reconocer la inquebrantable actitud, y que la suma de su renovación artística, opuesta a la mediocridad que reinaba por entonces en el statu quo europeo, ocurría como definitivamente necesaria. Las interpretaciones de las óperas de Richard Wagner y de Mozart, la exclusiva ejecución de las sinfonías de Beethoven con los retoques de la orquestación y la instrumentación de sus cuartetos de cuerda, así como las adecuaciones en la plantilla orquestal de las sinfonías de Robert Schumann, introdujeron una nueva manera de interpretar a estos compositores, consiguiendo un alto nivel que, según especialistas, no ha sido superado desde que Mahler fuese obligado a dejar su puesto en Viena o luego de que enfermase gravemente en Nueva York.

Este compositor-director era un entusiasta aficionado al ejercicio físico y al deporte. Disfrutaba mucho paseando en bicicleta, a caballo, al montañismo, a la natación y al remo. Cuando en 1907 descubrió que tenía la lesión coronaria se le prohibió terminantemente desarrollar estas actividades. Esto lo desanimó, ya que el deporte y los prolongados paseos en medio de la naturaleza (una constante en el comportamiento de varios de los grandes músicos) las había convertido en una pasión y en una necesidad. Procuraba siempre vestir elegantemente. Amante de la filosofía y de la literatura, gustaba de leer en voz alta a filósofos y poetas como Platón, Kant, Goethe, Dostoievski, Keats, entre otros.

Debido a su estrecha agenda laboral, Mahler sólo podía dedicarse a la composición durante el verano. Desde muy temprano gustaba recluirse en una reducida cabaña cerca de su casa, fabricada expresamente para la creación, en la que podía componer sin ser molestado. Pedía no ser interrumpido y tenía estrictamente prohibido a sus allegados siquiera acercarse a la cabaña mientras lo hacía. Este dato eminentemente cotidiano es prácticamente inédito en la historia de la Música. Casi nunca, salvo contadas excepciones, se han tenido noticias más ilustrativas de una intimidad creadora.

[editar] Obra

Son diez las sinfonías de su catálogo si bien la última quedó inacabada a su muerte. De ellas, las números 2, 3, 4, y 8 –la que le concedió en vida el único sonado triunfo en su estreno– incluyen la voz humana, amplificando hasta extremas consecuencias el complejo modelo coral de Beethoven en la última parte de su Novena.

En lo que respecta a la Décima Sinfonía, de la cual el compositor alcanzó a completar el Adagio y el Purgatorio, es decir el primer y tercer movimientos, fue objeto de reconstrucción por parte del musicólogo y estudioso de Mahler Deryck Cooke, habiendo podido persuadir a Alma Werfel-Mahler de que levantara en 1960 el veto que pesaba sobre los bocetos de los movimientos restantes, dejados en su poder poco antes de la muerte de su marido. A partir de estos, Cooke elaboró una "más que probable" versión de la obra por tres ocasiones.

Anna Mahler, la hija sobreviviente del compositor, proporcionaría a Deryck Cooke -después de la desaparición de su madre- apuntes eludidos en su día por Alma al musicólogo inglés que consolidaron su laborioso trabajo de reconstrucción. Tal como lo ha relatado él mismo, y La Grange en su extensa biografía, la primera oferta interpretativa del profesor recibió la emocionada acogida de Alma, lo que estimuló al británico a efectuar dos revisiones exhaustivas, ahora en posesión de los bocetos que la hija de Mahler hubo de proporcionarle. Estos apuntes celosamente custodiados vinieron a replantear el enfoque que recibieron de su parte el segundo, cuarto y quinto movimientos (los menos elaborados del manuscrito) de la que se ha llamado desde entonces la Décima de Gustav Mahler.

Existen otros intentos para hacer ejecutable esta sinfonía. Clinton Carpenter, Joseph Weeler y Remo Mazzetti, o el director de orquesta Rudolf Barshai, plantearon su personal punto de vista. Todos estos han merecido por lo menos una -o varias, en el caso de Cooke- grabaciones correspondientes.

Como dato adicional pueden mencionarse las transcripciones para piano de sus obras (a cuatro manos y dos pianos). Bruno Walter hizo una para cuatro manos de la Segunda Sinfonía; el pianista August Stradal realizó otra transcripción de la Quinta para dos pianos. De la misma forma, el pianista y musicólogo austríaco Erwin Ratz transcribió el Adagio de la Décima sinfonìa para dos pianos

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